jueves, 18 de febrero de 2010

Si tú supieras que eres

Si tú supieras que eres
una gota de nácar,
aceite perfumado,
eco, onda en el agua,
segundo avasallando mis 24 horas
o resto gris del día.
Si te supieses bombilla o luna
que ilumina mi casa,
cuánto te reirías.
También me río yo a solas
sintiéndote cascada,
pequeña gota de rocío
debido al tiempo que pasamos juntas
juntas y a la intemperie.
¿Se puede cultivar al abrigo de esa leña
ningún amor
minúsculo mayúsculo?
Pero mágico segundo-luz
se multiplica como el escalofrío
a través de las horas desmañadas
en esta soledad de espinas;
y, si quieres, espinacas,
pues eso hay para comer.
Popeyeándonos
ya que no te torpedeo,
a dieta de anacoreta
pues que recreo-clavo
la atormentada frente
con tus rayos de luna,
recuerdo que has dejado,
imágenes grabadas
en mi circuito neuronal.

Cometa, cometa más que luna,
no cometa el pecado de mal adjetivarte,
pues pasas envuelta de todos los colores
y cual aparición neblina
desprendes aromas de las flores
y ardes por tu cabellera.
Y te vas, te vas como los astros
arrastrando tu esfera incandescente
y te llevas de los hombros prendida
la luz que me era propia
para tocar a más.
Pedazo de egoísta.
Sumisa a tu tirón gravitatorio,
qué apagón se denota
en la calle que vives y laboro
cuando trasladas tu presencia
a otra privilegiada Vía,
Láctea que será entonces,
llevándome de satélite polizón
¿sin siquiera percatarte?

¡Oh Amor que me tienes,
nos tenemos,
harían falta dos para sujetarlo,
pedazo de catedral de luces
que cada día me inspiras
contratas para que te cantee!

Aquí estoy canteando o roturando
o cantando entre dientes
camuflando la obra
ante la espía concurrencia
que pienso que me lapidaría
si supiese que me dedico a estas labores.

Te vas como los astros;
pero me queda en la pupila
la herida de tu luz,
punteada bóveda celeste,
puntitas de alfileres
para después del sol
que me mantienen viva,
aunque me aconsejen
que corro el riesgo
de quedarme ciega.
Que me mantienen viva
la imagen más querida
o sol de aparición.