martes, 16 de febrero de 2010

Ese azul de tu vestido

Ese azul de tu vestido
oleaje entre tus piernas.
Ese azul ¡al rojo vivo!
que te abrasa la vista
y que no quema,
como si hubiesen trasmutado
todo instrumento de inquisición
y estos sirvieran para mejorarte,
clínica estética gratuita,
en vez de mutilarte.
Pero rabia y amargor da
verlo partir
bajamar hacia otras playas
con más suerte.
Y notas la lengua de cemento
como si un ladrillo
fueses a poner en esta casa
del poema del aire,
esta lengua que no canta
al ritmo de las taladradoras
que ahora mismo se pondrán a sonar
nada más te hayas ido,
en un empujarte a construir improperios
en vez de versos tontos a la luna,
al azul oleaje entre tus piernas,
blasfemias en lugar de versos
al compás de la taladradora.
¡Maldigamos al dios que te pasea
el Paraíso por delante,
en un instante,
para quitarlo a continuación
como siguiendo un ritmo diabólico
de sístoles diástoles insostenibles
hasta explotarte los ventrículos
aurículas!
¡Maldigamos la luz que resalta la Belleza
y nos insulta retirándola
como si fuésemos indignos de mirar!
¿Quién lo es?
¿Quién es digno de mirar y recrearse
en aquello que se sustrae a otros,
qué les capacita para tomarlo?
¡¿Son acaso dignos todos estos mierdas
que aquí aparecen,
en la prensa tan sucia
en las revistas de los colorines?!
Ahora mismo estrellándolas, me digo.
Lástima de bosques talados
empleados en multiplicar sus sucias getas.
¡Y que yo deba venderlo!
¡Yo, así empleada
cuando más me merezco su lugar
y ellos el mío!
Este lugar de servidumbre
tan a su medida,
ellos que nacieron siervos
de su imbecilidad
pero con la suficiente astucia
para cambiarnos los papeles.

La poesía no vende,
no merece ocupar el liderazgo
del papel prensa inmoral embrutecido,
el lugar de ese insulto a toda inteligencia
que es el mundo de los famosines,
esa fealdad sin límites
que se llama a sí misma glamurosa.
Y tú, luego cuando vuelvas
te lo pregunto,
tú que compras a diario las noticias
quizá otra servidumbre más hacia tus jefes,
¿dejarías de tirar a la basura ese dinero
para emplearlo en comprar,
por ejemplo, los versos que te digo?

Poemas de desechar
como estas hojas de diario,
quién pudiera escribirlos,
¡quién pudiera escribir como se vomita!

Ese azul de vestido,
oleaje entre tus piernas
me recuerda
quién soy y dónde me encuentro:
Ángel caído en las tinieblas
pues perdió su mundo,
¡del mismo vientre de su madre
se lo arrebataron!
Nos recuerda
que vivir es infierno
pues tomaron las riendas
estos puercos de aquí,
política economía fama estúpida;
que vivir es infierno
que al infierno morirse
va despacio,
¡hay que disfrutar los tormentos de la inquisición,
INQUISICIÓN,
sin que angélica mano la trasmute
en clínica de estética!;
y la Belleza, espejismo
que nos dimos las pobres grandes almas
para calmar los tórridos tormentos.

Ese azul
Ese oleaje
que nos condena con la vida
cargada como cruz
sólo por el hecho lamentable
de volver a estrecharlo con los ojos
en instantes efímeros,
por la ilusión de quedar sumergidos alguna vez
en un sintiempo un parasiempre.

Y mi esbelta paloma
que alza el vuelo:
Te veo y te retiras.
¡¿Y qué me importa el resto del paisaje,
urbano, sucio, ruidoso?!
¿Por qué perdida
en esta creación que no me suena,
verdadera imaginación de loco,
cuando la mía reúne mejores condiciones
para ser la de Dios,
la de las almas-cuerpos emergidas
a la luz de los soles
del Universo todo
y cuando el trozo de creación que quiero,
que si me faltara todo sobraría,
desaparece tras esos nubarrones
de la ira y la impotencia
del vivir cotidiano
puesto en grilletes
de esta aberrante falsificación?
O, ¡Amor!, ¡Dios mío!,
¿Añoro ser la oveja que el Cristo pastorea?
Al menos fuese un prado
y no retrete de la defecación
de cuantos le usurpan y me usurpan.
¡Recupérame Amor
de este laberinto de indiferencia helada
en el que me convertiré
para poder soportarlo
una vez se me caiga la pluma de la mano
por el cansancio, el asco!
Y si Amor es estar muerta, el triunfo:
Dame el Amor que borra
las fracasadas vidas
como rasga y arroja
los triunfos indebidos.
Por el azul oleaje entre unas piernas
resplandor rojo de unos ojos,
abre la Sala del Juicio
y dispón la balanza final.