lunes, 15 de febrero de 2010

Carmen

Carmen
Bandera ave nube para alzarme
de estos escombros a los que llaman suelo:
Mi nombre en tus labios.

Dime tu nombre para poder reparar
esta ignorancia o daño que me hago
no pronunciando el tuyo.
……..
Toda una sorpresa,
inesperada homónima.

Y quiero saber más.
¿Me perdonas la astrológica curiosidad de mujer
de conocer tu año, mes y el a qué hora?
Día, por supuesto tu día,
que es ya mío también.
Es un modo de hacerse con la esencia de otro
confeccionar su horóscopo,
un arte de vampiros.
Y de paso descubro el porqué
me caíste tan de maravilla.

Dime la hora el año el mes el día,
a ver si son o no los astros capaces
del prodigio de pintar tu desnudo,
de descorrer el velo que convierte
en estrella lejana inaccesible
el alma al alma
sin que la cercanía de la circunstancia
premiase ya con eso
y desde el primer día,
día primero de otro que debió de ser tuyo.

Y estas palabras que te digo-escribo
tienen la útil pretensión
de derribar un muro,
ese muro del tiempo y del espacio
que dicen nuestras dimensiones
y es simplemente la apisonadora
que pasa por las almas
desapareciéndolas,
los cuerpos triturándolos
al anonimato de la irrelevancia
donde el sucio concierto de los otros
nos quieren, nos queremos,
escudo puesto en lo más noble,
miserias al aire como un culo.

Quiero enterarme por los astros,
si acaso no viene de tu boca,
quién, por las honduras de tu ser, eres;
los planetas contando tus secretos,
mensajeros de dioses,
en la ruleta mágica del cielo.

Aprovechando el destino
que literalmente me trajo
a los pies de tu casa,
debo ser fiel al dios terrible
que parece que existe
y declarar mis sentimientos
…sean puramente astrológicos.
Aunque mi único deseo
es sujetarte, para que la inspires,
para que no enmudezca,
a esta emoción grandiosa
de sentirme poblado el horizonte
de la sola persona que se anhela.

Y aun a riesgo de darme el batacazo,
ponerme en evidencia
en el último lugar en que debiera,
el lugar del sórdido trabajo,
aun con el peor de los riesgos
consistente en desagradarte,
distanciarte,
distanciar al otro del que esperas
poner más cerca de tu vida,
aun así….
Seamos fiel al dios que nos tolera,
toleramos,
y me ha traído literalmente a tus pies.
Tocaya, me descubro:
me has entrado como una obsesión;
y me la curo
con este ponerme ante tus ojos,
al alcance de tu juicio,
veamos o no estrellas,
te examine por ellas
tu presente pasado porvenir,
o me estrelles el alma
más que sin un puñetazo.

Tal vez sea mayor el daño
que con mi lengua alcance,
con mi verbo,
que el mal que pretendía combatir
acercándome a ti;
y aun a ese riesgo
he de jugarme el todo por el todo.
Mal de la distancia y su veneno
entre lo que se hizo para estar junto.
Pero quizá donde se intuyen primaveras
cantando con Battiato
“Me enamoré siguiendo el ritmo del corazón
y me desperté en primavera”,
primaveras devolviéndonos la confianza en el destino,
resulten soles apagados,
un mar de cenizas sobre el rostro
para lavar la falta que es Amor
naciendo donde le parece
como el espíritu del evangelio
que sopla donde quiere.

Y, por favor, no tomes esta poesía
como declaración de amor al uso;
mira en ella lo que es,
bastante más,
signo de amistad a tope
o voluntad de acercamiento
¡tal!
que rompe hasta los muros de las identidades.

Pues imagínate siendo lo que soy,
mirando desde mí tus ojos.
Signo de amistad que desde mi soledad te lanzo
y al que puedes llamar guiño si quieres,
guiño si es que vas a despreciarlo,
templo sin piedras, signo de los cielos,
amor sin nombre;
o con el tuyo y el mío
por sus únicas columnas cimiento techo.
Templo sin piedras,
Amor donde Dios únicamente vive.

Desprécialo si quieres;
pero no si debes.
No metamos en esto la cruz del deber
que ya bastante abarca.
El deber:
harapos de Cenicientas para Cristos,
palo en el que es clavado
pues no lo hizo él solo.

El Amor
¿Quién desconoce sea
esa única puerta que conduce al Cielo?
Donde hay Amor hay Maravilla,
hay resurrección de la carne,
vida con milagro.
Por la llaga donde brota
nos redime;
de todo mi dolor me nace.
¿Quizá como su último alarido?

Carmen