viernes, 19 de febrero de 2010

Me dices

(amarse igual, poema 28)

Me dices
Dame un marlborito.
Y yo, con esas ganas tremendas de responderte “preciosa”
cada vez que te dignas a considerar que existo
diciendo “estoy aquí” “vuelvo”
“todavía vuelvo” (¿a saber si mañana?)
te respondo “enseguidita”.
Pobrecita de la que se tiene que dar con las paredes
de la absurda realidad
calabozo hecho de capital de necios,
que para esas empresas siempre andarán sobrados de capitales,
no para publicar poesía,
no para permitir a nadie lo mejor de su libertad.
¿Cómo decirte lo que eres, o a mí pareces,
ya bastante, “guapa”,
en presencia de otros?
Y la lengua se enmohece entre estos hierros
de las sociedades embrutecidas
para las que cualquier verdadero afecto
fue siempre sospechoso.

¡Ah, estúpida sociedad dividida en sexos
y no en identidades!
Ni para los carneses ¿controladores
de qué delincuencias?
cuando todo delincuente se les escapó
y de maneras peores
que se canta en aquella zarzuela;
ni para los carneses es simplemente bastante
un nombre.
Tu nombre ¿para qué el sexo?
¿A qué controlador de las vidas
debió importarle nunca tus órganos genitales?
Sociedad dividida en órganos de generación
que a la degeneración conducen,
en vez de en almas.

El necio se apoderó de la realidad
y embadurnándola de su imaginación barro
nos convirtió en basura,
lo que él era;
y sigue el necio al frente,
en todos los puestos de mando.
Locos todos,
cuantos comulgan con la realidad lodo atropello,
como cuantos herejes locos
que por más que nos orillemos, nos orillen
al inoperante margen del mundo,
eso es lo único que obtendremos de él:
cieno que asfixia nuestras bocas.

Mundo con muros o sexos así concebidos
que nos apartan de la dulce libertad.
¿En qué te ofende mi corazón
alzándose iluminado
cuando la noto cerca?
El Amor es un insulto a la necedá
oscuridá del orbe
que pagamos de un modo desmedido
los locos que andamos por orillas
como se camina sobre fuego.
Lo pagamos: Pareciéndonos,
callando cuando gritar debemos, debimos,
aunque nos incinerasen.
¿Te parece poco castigo
acabar pareciéndose al enemigo,
nada de frondosos bosques sentimientos
si silenciados,
mejillas secas de las tormentas de las lágrimas
cuando estamos conmovidos?
Hasta asombro me produce
estar enamorada y atreverme a escribirlo.
Escribir nuevamente,
vicio que acaba con el que escribe
sino le procuran la salud del le publican.

Hasta me pregunto:
¿De verdad te amo
o solo te tomo de pretexto
para encender la máquina que compone textos,
mano que escribe sin saber para qué?
¿Para enamorar a una oyente que eres tú?
-¡¿Y te parece poco?!
Contestas antes siquiera de saber que lo digo.

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